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El Estadio de la Corregidora hoy se deletrea con otra gramática
marzo 07, 2022
El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgo una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro.
Martin Luther King (1929-1968)
Por: Christian Velázquez / Foto: Periódico El Noroeste
QUERÉTARO, QRO.- Lamentable, vergonzoso, cobarde, impotencia, barbarie, deleznable, denostable, tristeza, soslayo, impunidad, coraje, indiferencia, caos planeado, incertidumbre, irresponsabilidad, angustia, ineptitud, ausencia, surrealismo y un largo etcétera, son parte de la lectura que nos dan los acontecimientos ocurridos en el Estadio de la Corregidora, que se decantan ante una realidad sombría donde lo que se pretendía fuera un encuentro entre dos equipos de futbol, Gallos vs Atlas, como debiera ser, de facto se tornó en un coliseo que pasaba de una cancha consagrada al deporte, a un escenario de guerra urbana, donde la furia y el odio salido de no sé donde, apoderándose de grupúsculos que aún no han logrado salir de un estado de barbarie, o mejor dicho, yéndonos un poco más atrás, del salvajismo; la civilización, concepto reducido que únicamente queda en un recoveco decorativo.
El fanatismo como pretexto dio pie para bordear sus límites, traspasarlos y tomar cualquier acción como punto de partida para la exacerbación de los sentidos, enardecerlos, mismos que de súbito se vieron nulificados ante el acto de desaparecer al supuesto enemigo, golpearlo hasta la saciedad, vulnerarlo exponiendo su desnudez aún después de la inconciencia, de lo supuesto de lo inerte; aprovechar el momento para creer que por cortos momentos se tiene el poder, un poder mal infundado, la idea era procurar el silencio en el otro, asestar otros golpes al que pasa de ser a ya no estar, a ya no defenderse, a ser receptáculo de toda la cobardía elevada a su máxima potencia y al mismo tiempo, confirmar la victoria de la estupidez y llevar a la evanescencia cualquier rastro del “Ser”; y lo que se refiere a lo “Humano”, dejarlo en entredicho. “Nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo”. Susan Sontag (1933-2004).
El escenario en medio de un psicodrama de gritos de auxilio, de miradas absortas, de la búsqueda de cualquier refugio para protección propia y de los suyos, aquellos que únicamente querían ver el partido y a final de cuentas fueron protagonistas de que el salvarse se convertiría en un deporte extremo, de gemidos de dolor y de frases: “para que aprendas cabrón”, todo a manera de “Réquiem” consagrado a la célula de una sociedad trastocada y a que se continúe pensando que la educación, la cultura, la ciencia y los valores, entre otros, son conceptos devaluados, en los que pueden seguirse reduciendo los presupuestos y no visualizarlos como apuesta viable para un mundo mejor.
No dudo que muchos de los activos golpeadores hoy mismo se ufanen de sus logros, se enorgullezcan de su “valentía” ajenos en su totalidad a la verdadera realidad, a que lo único que enaltecieron fue su propia fragmentación, lo precario de su inteligencia por dejar que la violencia sea su forma de vida, a preferir deslizarse a filo de cuchillo e ir rebanando la vida, a triturar los espejos para no ver reflejado el vacío de sus corazones, a la deserción de su propia existencia, a nulificar el verse en el otro como parte de su certidumbre y subrayar que algo se está haciendo mal en nuestra sociedad, en términos generales.
Sabemos bien que la seguridad ha estado de luto desde hace mucho tiempo en nuestro país, al grado, que ir a la tienda o trasladarse al trabajo y regresar a casa, se ha convertido en la meta de cada día. Así las cosas.
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