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Crónica de un adiós
mayo 09, 2018
Por: Lalo Chávez/Foto: es.wikipedia.org
Suelo escribir sobre temas de carácter internacional, sin embargo el cierre de semana fue apoderado por dos memorables despedidas; la de Rafa Márquez y el adiós del Estadio Azul. Este último me hizo dedicarle una emotiva columna, pues sin planearlo ni quererlo, este recinto se volvió parte de mí vida cotidiana, ya que este semestre me tocó cubrir al Cruz Azul en lo que significó la última etapa en su casa.
No hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague. En mayo del 2015 se hizo oficial que el Estadio Azul sería demolido y que en su lugar construirían un centro comercial.
Por mi parte en un año que llevo viviendo en la Ciudad de México, pude constatar y ser testigo del gran ambiente y tradición que implicaba ir todos los sábados en la tarde a apoyar al Cruz Azul en ese estadio desde 1996. Su ubicación era perfecta y estratégica, un tanto céntrica y en una zona llena de delicias culinarias y lugares históricos. Se podía llegar tanto por metro como metrobus, y si tenías suerte podías calentar motores para el partido pues las porras llenaban vagones enteros con cánticos y tambores .
A diferencia de Estadio Azteca o del Olímpico Universitario, el Azul tenía un ambiente meramente familiar, era común llegar una hora antes y “echar taco” en los puestos que rodeaban el Estadio, el sonido de las bocinas que interpretaba una máquina eran el sello del ambiente. Era común ver extranjeros viviendo ahí su primer partido de Liga MX y la atmósfera de un atardecer futbolero era muy agradable. Ya en el interior, la estructura estaba diseñada para que de cualquier asiento la vista a la cancha fuera clara y se pudieran apreciar de buena forma a los jugadores.
Independientemente del mal paso del equipo, las tardes del Azul serán un grato recuerdo para todos los que disfrutaban de tardes futboleras en el corazón de la ciudad. Valdano decía que no hay nada más melancólico que un estadio vacío. En esta ocasión nada será más triste que ver caer una estructura hecha de tradiciones y recuerdos.
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