Cl.
«El Divino Vino», un especial del sommelier Víctor Manuel Alba
octubre 14, 2015
Estimado lector (a), semana nos complace poder compartir contigo un viaje por el asombroso mundo del vino y las vinícolas, esto a través de la colaboración del Sommelier Víctor Manuel Alba, por la Universidad del Vino de Suze LaRousse Francia, quien a través de su conocimiento nos invita a disfrutar saber más de esta exquisita bebida, la cual seguramente todos hemos probado y sobre todo, forma parte de la cultura y tradición de todo el mundo.
Por: Sommelier Víctor Manuel Alba/Foto: La Fuente
Ríos de tinta se han escrito sobre los milagros divinos, la fe de la humanidad y ríos de vino se han bebido probablemente mantenido esa fe. Independientemente de las creencias religiosas que tengamos, un hecho muy real y a veces pasado por alto es la relación que ha existido desde que el hombre es hombre entre el mundo de lo divino y el mundo del vino.
Antiguamente estos 2 eran tan inseparables como la viña y el terruño, en una época cuando el proceso de fermentación era completamente desconocido para nuestros antepasados, era la gracia y el favor de los dioses el que permitía que mágicamente este mosto de las vides se pudiera convertir en un brebaje con propiedades enervantes, festivas, amorosas e incluso medicinales.
Se creía que sin la intervención del mundo sobrenatural, el vino simplemente no sería posible, por lo que su consumo se reservó no en pocas ocasiones a clases gobernantes y religiosas, siendo algo más que un lujo para el hombre común. Hagamos un pequeño paréntesis ¿cómo era el vino en aquellas épocas? Dejemos lejos las imágenes tan habituales para nosotros de vinos cristalinos y de aromas bien definidos, producto de una ciencia enológica que ha madurado por miles de años; no, en aquellas épocas el vino era turbio, algo ácido e incluso estaba mezclado con algunas otras frutas y hierbas aromáticas, cosa que poco cambiaría hasta después de la época romana.
Esta conexión entre el vino y lo divino se puede encontrar desde la época Egipcia, cuando Osiris era el dios patrono del vino, quien regalaba la sangre del Sol a los hombres. En la antigua Grecia se encuentra la figura del dios Dionisio, quien permitía que se transformase el mosto en vino, una divinidad que se relacionaba con el lado de la sabiduría y del arte en el vino, siendo también patrono del teatro, es decir una figura que hacía a los hombres sabios en la embriaguez. Los griegos tenían 2 clases de vinos, por un lado estaba el oinos (palabra de la cual toma su nombre la enología) el cual estaba dirigido al consumo de los hombres y estaba el akratos, vino que se destinaba a las ofrendas de los dioses y se decía que ningún hombre debía beberlo ya que causaba locura.
Para la época romana los métodos enológicos se refinaron más, pero no sus dioses, la figura de Baco tomaría el lugar de la divinidad del vino, era un dios que veneraba la fiesta, la lujuria, el exceso y la embriaguez, de ahí la palabra bacanal. Los romanos apreciaban esta bebida, no solo por su sabor, sino como medicina e incluso como método para purificar el agua, ya que la vindicación de las uvas les permitía obtener una fuente potable para beber en las tierras de sus lejanas conquistas.
Para la edad media en Europa, la estafeta de la vitivinicultura caería en los monjes cristianos, durante siglos ellos fueron los únicos que producirían vino en Europa, siguieron mejorando las técnicas enológicas, y guardando celosamente sus secretos. Eran tan afanosos en la producción de vino pues la misa cristiana así lo requería, por lo que era habitual que cada monasterio contara con viñedos. Esta relación entre la cristiandad y el vino se origina en el momento que Jesús transforma el agua en vino durante las bodas de Caná (el único milagro que María encomienda a su hijo) y continuaría hasta el momento de la ultima cena cuando el pan y el vino se transformarían en carne y sangre del mesías. Fueron estos mismos monjes, quienes empezarían a tener un primitivo concepto de lo que hoy llamamos terruño, al darse cuenta que las uvas de un lado del monasterio sabían ligeramente mejor que las del otro lado, por lo que empezaron a dividir los viñedos y a clasificar según su calidad.
Durante más de mil años la vinicultura seguiría siendo vista de esta manera, como un evento espontáneo y mágico, una mística poción para la alegría y la salud de la humanidad. Hasta que en 1856 Louis Pasteur desentrañó los misterios de la fermentación y reveló al fin el secreto de los dioses, mostrándole a la ciencia la existencia de levaduras que permitían al mosto volverse vino. Y la enología nunca volvió a ser igual después de ese momento.
¿Pero quién dice que nosotros estamos tan lejos de las creencias de nuestros antepasados? Tal vez la forma en la que vemos esas antiguas propiedades mágicas en el vino, no esta tan lejos de la admiración que nos producen las más reconocidas “Denominaciones de Origen”, cuando escuchamos los nombres, Borgoña, Burdeos, Rioja o Toscana, todo conocedor sabe que se le habla de tierras santas del vino y son un recordatorio inconsciente del espíritu de la tierra que bebemos desde las copas y en la fe que tenemos en la próxima añada.
Es por eso que siendo Querétaro el segundo estado con más producción de vino después de Baja California, te invitamos a realizar la “Ruta del Queso y el Vino”, la cual te permitirá conocer las vitivinícolas de la región, en donde destacan; Sala Vivé By Freixenet México, conocida también como finca Doña Dolores y la cual es una de las casas vitivinícolas más importantes de América Latina, Viñedos La Redonda, Viñedos Azteca, Viñedos Los Rosales, Vinícola San Patricio, ubicada en el turístico Pueblo Mágico de Tequisquiapan, Vinos del Marqués, Vinícola Tequisquiapan y Bodegas de Cote, casa vitivinícola que recientemente abrió sus puertas.
WhatsApp
Leave a Comment